Niños y perros, un binomio interesante

Aprovechamos esta foto tan preciosa que nos han enviado nuestros amigos Alberto y Cristina de su hijo Alberto y su perrita Trufa, para hablar un poco de niños y perros.

No nos cansaremos de repetir que el binomio niño-perro es algo espectacular. Ya no solo por los beneficios médicos que se están descubriendo cada día y que son muchos, sino también los psíquicos. Obviamente los padres tendrán que poner de su parte para enseñar al niño cómo ha de tratar al perro y evitar dejarlos solos sin supervisión.

Pero todo esto puede ser un arma de doble filo. Si los niños ven un trato amable hacia el perro, ellos lo pondrán en práctica, pero si ven lo contrario, actuarán en consecuencia y creerán que cualquier ser vivo puede ser un objeto de usar y tirar.

En todo este tiempo hemos visto padres que pretenden enseñar a sus hijos a regañar a sus perros, a «dominarlos», incluso hemos visto programas en la televisión donde un individuo enseñaba al más pequeño de la casa como debía de actuar de forma agresiva hacia su perro.

La violencia conlleva más violencia y si educamos a nuestro perro de manera violenta no nos extrañe que algún día, dicha violencia, se vuelva hacia nosotros o hacia alguien muy cercano y, cuando hay niños cerca, el peligro se multiplica, pues lo que podría ser una pequeña marca en nuestra piel de adultos podría ser un grave desgarro en la piel de un niño.

Es muy importante que eduquemos a nuestros perros de una manera respetuosa y si además hay niños conviviendo, esa debería ser la forma de educar obligatoria.

Otra cosa que nos llama la atención es la de esos perros que viven en el campo, en la finca y a los que se le obliga, al menos una vez a la semana, a tener que «aguantar» a los niños y adultos. Son perros que tienen una marcada rutina de vida y que llegado el fin de semana se les altera de forma alarmante: niños, gritos, voces, pelotas, juegos y reglas, muchas reglas… e incluso tendrá que aguantar hasta hacer de «caballito» de los más pequeños. ¡Mucho cuidado con esto! la gran mayoría de perros se sentirá mal en estas circunstancias, algunos aguantarán todo lo que les echen, pero la paciencia tiene límites y otra vez volvemos a decir que habiendo niños pequeños, la cosa se torna más peligrosa.

A la hora de ponerle límites al perro deberíamos enseñarles qué es lo que deben hacer y no dar por hecho que tienen que saber cómo comportarse. Repetimos que no es lo mismo educar que inhibir conductas. Intentaremos no sobreexcitar de forma innecesaria a nuestro perro e intentaremos recompensar de alguna manera sus momentos de tranquilidad: queremos un perro que conviva en una casa con niños y no un perro que se suba por las paredes.

Frases como «a este perro no se le ocurre ni abrir la boca delante del niño» son las que terminan con los niños recibiendo puntos de sutura por mordida de perro. Y es que es algo de cajón: durante mucho tiempo se ha estado inhibiendo al perro y cada vez que se acercaba al niño era reprendido. El perro con el tiempo ha asociado que la proximidad del niño es motivo de conflicto y un día ha aprovechado la ocasión para intentar deshacerse de ese problema a su manera o no ha encontrado otra forma de decirle al niño que se alejara, que no quería problemas.

No solo deberíamos centrarnos en lo que debe de hacer el perro, también deberíamos preocuparnos de cómo se debe comportar el niño con el perro. Si desde muy temprano enseñamos a los niños a moverse y comportarse de forma tranquila y respetuosa con el perro, lo harán. Les enseñaremos que hay que respetar su descanso, sus juguetes, su comida, darles espacio, que no hay que gritarles y para ello también debemos darles ejemplo haciendo nosotros eso mismo.

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Es muy importante que ante dudas, conductas que no nos parezcan apropiadas o simplemente queramos mejorar la convivencia, acudamos a un profesional que pueda asesorarnos o decirnos cómo debemos hacer para evitar futuros problemas que pudieran presentarse.

Los niños que disfrutan junto a su perro fomentan ser más extrovertidos, más generosos y respetuosos. Si además les hacemos partícipes de la responsabilidad que conlleva tener un perro y les encomendamos pequeñas tareas, como estar pendiente de las comidas del perro, de que hay que sacarlo a pasear e incluso de que nadie debe regañar al perro, añadiremos un plus a esa relación.

Hay una frase que expresa muy bien lo que sentimos:

«Cada niño debería tener dos cosas: un perro y unos padres que le dejen tener uno”

Y nosotros añadimos:

«y que les eduquen a respetarlo».

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