El «todo vale»

Para nosotros, en la educación, NO todo vale

El «todo vale» es un argumento que muchas veces pone a unos adiestradores en contra de otros.

Algunos afirman que hay que solucionar el problema sí o sí y cuanto antes mejor, otros prefieren esperar un corto tiempo y si ven que no se soluciona tirar por el «camino del medio», otros preferimos educar al dueño para que entienda a su perro, enseñar qué camino seguir para intentar lograr la solución y mejorar la convivencia.

Ésta última opción es complicada y requiere de algo que, a veces, se torna casi imposible: la implicación de los propietarios.

Nos resulta complicado competir con eso «magos» que, aparentemente, solucionan cada caso en cuestión de minutos. 

Está claro, un buen correctivo a tiempo lo puede solucionar todo, eso es así desde el principio de los tiempos, o incluso antes… así se han entrenado animales de circo que hacían cosas impresionantes, perros en películas, perros de fuerzas de seguridad, perros para invidentes, perros de terapia, etc, lo que pasa en estos casos es que rara vez nos cuentan cuántos perros fueron descartados porque no aguantaron los correctivos, cuántos desarrollaron enfermedades debido a la tensión con la que vivían, a cuántos se les redujo su longevidad y lo que es peor, cuántos desarrollaron conductas agresivas.



Si educar mediante castigos y correcciones no fuera suficientemente malo, los humanos tendemos a utilizarlos para todo y si no funcionan, elevamos la intensidad. Llevamos toda la vida buscando la forma de causar mayor dolor y que se note menos. Y hay una cosa que se nos pasa a menudo por alto: no todos los perros demuestran sus emociones igualmente, podemos encontrarnos perros aletargados, perros sumamente activos o perros en apariencia normal en los que parece que el castigo habitual no esté haciendo mella y son auténticas bombas de relojería.

Funda para eliminar el «daño visual» que puede provocar un collar de pinchos y no el físico

Con el paso de los años y muchas investigaciones, se buscan nuevas formas para educar sin hacer uso de la fuerza, en las que lo que se intenta es tener bajo control los niveles de estrés a los que es sometido un perro en el aprendizaje y desarrollo de sus tareas. El perro pasa de ser un mero objeto a un ser que siente y piensa y del que hemos de velar por su estado emocional.

Los perros no son objetos, aunque la ley  y algunos aún los contemplen así

Con los perros de nuestros hogares pasa igual, se puede optar por ponerles un collar de pinchos para que no tire y se conseguirá que no tire sea la razón que sea la que le lleve a hacerlo. A cambio, tendremos un perro para el que el hecho de salir a pasear será un castigo, el hecho de encontrarse a otro perro será otro castigo, el hecho de pararse a oler un pis en un árbol será más castigo… Y el castigo AFECTA, emocional y físicamente. Si nos referimos a si funciona diríamos que SÍ, pero a un alto coste para la víctima, en este caso el perro, pero también para todo «el mundo del perro».

Decimos que para «todo el mundo del perro» porque «el castigo» conlleva a irritar tanto a un perro, a deteriorar tanto la relación que en muchas ocasiones no le deja más remedio que descargar su ira y su frustración mediante la AGRESIÓN, una agresión que nos afectará a todos: a la persona que la recibe, al perro que seguramente termine eutanasiado y a todos los perros y amantes de los perros porque será muy cuestionada la convivencia con ellos. 

¡Por cada agresión a persona, un parque canino menos! y esto ocurre porque es muy difícil hacer ver a la opinión pública que los perros no son peligrosos cuando se producen agresiones. Nadie se va a parar a mirar por qué ocurrió la agresión, qué le llevó al perro a hacer eso, se cuestionará el peligro de los perros y se intentarán poner todo tipo de trabas a los propietarios con el objetivo de poner a una parte de la población que pasa totalmente de los perros a salvo. 

¿Muerden porque sí o los llevamos a ese estado?

La búsqueda por conseguir el mismo efecto sin la adición de castigos no siempre es fácil. Hay que atender a qué le lleva al perro a tener ese comportamiento que nos parece inadecuado, buscar soluciones y alternativas para cada caso concreto y todo ello con el objetivo de mejorar el estado emocional del perro y la convivencia.

Hacernos unas preguntas podría servirnos de ayuda: 

  • ¿por qué se comporta así el perro? 
  • ¿lo hace porque no lo ha aprendido aún o porque es un ser de lo peor que solo quiere hacerme daño? 
  • ¿lo hace porque tiene un resultado muy agradable para él o porque es un demonio? 
  • ¿lo que hace es fruto de un estado mental normal o podría haber algún problema? 
  • ¿quiere dominar a todo el universo conocido o no sabe gestionar la situación?
  • ¿puede tener miedo?
  • ¿puede que no le guste?
Y quitarnos ciertas ideas como las dominancias y jerarquías nos haría un gran favor a todos, empezando por los perros.

1 comentario en “El «todo vale»”

  1. Lamentablemente las personas no son conscientes que un perro no «muerde porque si», que en la mayoría de los casos es su último recurso, fracasadas sus anteriores estrategias. Sea este el problema u otro las herramientas que se utilizan a pie de calle dan escalofríos. Hace meses que conozco la evolución ¿o debería decir involución? de un caso, tristemente se han ido cumpliendo todas las predicciones para que la historia no acabe bien. Correcciones ahora si ahora no según se levante el propietario, castigos y pautas de show televisivo, manga ancha a lo que las visitas hagan o no al perro…. este ser de 4 patas paso a morder a su propietario, con el tiempo también ha mordido a varias visitas y ahora es un bozal unido a un perro siempre que haya gente cerca. Una verdadera pena (muy bueno tu post de ayer «Receta para estropear un buen perro»). Quizá haberles hecho llegar el úlitmo libro de Santi y Eli sirva al menos para que tomen consciencia.

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