Correa corta

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Solo hay que caminar un rato tras alguien que pasea con su perro, con una correa corta, para darse cuenta del error de paseo que están dando.

Si el perro se para a mear o a oler, el guía se tiene que inclinar, si cambian el ritmo del caminar, hay tensión instantánea… el perro va incómodo, solo hay que observar un poquito, y el guía va hasta las narices, por lo que tirones, correcciones, gritos o voces terminan convirtiéndose en una constante diaria.

La absurda creencia de que en el paseo el perro tiene que caminar a nuestro lado, haciendo una muestra de obediencia, es uno de los mayores errores que se producen en la convivencia canina. Para lograr ese objetivo del paseo «a nuestro lado», los propietarios recurren a todo tipo de accesorios, como collares de «adiestramiento» (esa nomenclatura es más comercial que decir «collar de tortura que ahoga al perro o produce dolor»), arneses con tirantes que se cierran y demás artículos propios de la «Tele Tienda».

Muchos aún parecen no plantearse la posibilidad de adecuar el paseo del perro para el perro, cómodo, donde el perro pueda disfrutar de su mundo de olores, donde no haya tensión de correa y donde tanto el perro como el guía puedan relajarse y disfrutar de ese paseo, algo que, fortalece el vínculo y que, seguramente, evite que muchos perros terminen abandonados por la incomprensión, el desapego y problemas de conducta derivados de horribles paseos y broncas continuas.

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