“Amimefuncionismo” y perros.

El término amimefuncionismo no existe como tal. Es una palabra inventada pero que nos sirve para agrupar todas esas expresiones de “a mí me funciona” que escuchamos de vez en cuando. En el mundo del perro esto es mucho más común de lo que quisiéramos y a la vez es una gran fuente de problemas.

¿Y por qué es una fuente de problemas?

Con los perros, al igual que con las dietas o la salud, los humanos somos muy amigos de recomendar algo que nos vino muy bien a nosotros o a nuestra vecina. Quién no ha escuchado cosas como “hazle que se siente antes de darle la comida” o “si te hace tal cosa, ignóralo”, “utiliza un bote con monedas” o “el espray de agua”, incluso te habrán recomendado material para el paseo, clickers o algún tipo de alimentación, etc… Esto que parece lógico, no lo es tanto.

Pero el amimefuncionismo tiene mucho éxito y se expande con demasiada facilidad. Las redes sociales y los parques caninos son un buen caldo de cultivo. Si además lo dice alguien “importante” (adiestrador, el de la tienda de animales, el veterinario, gente de protectoras…) entonces tiene que ser verdad.

El amimefuncionismo y los mitos van de la mano (hacen buenas migas con cualquier pseudociencia). La persona que te da el consejo lo hace con la mejor intención, pero no tiene que tener ningún tipo de conocimiento sobre la materia de la que habla. Esto es la madre del cordero, sobre todo cuando se junta el mito con “la universidad de la vida” y el tener o haber tenido perros… Cosas como darle un toque en el costado al perro por hacer lo que no queremos que haga, recomendado por ese chico tan majo que trabaja en la protectora y que además vemos hacerlo en la televisión… ¡pues no me digas más, a dar toquecitos! Eso no puede ser malo si lo hace el señor de la tele que tantos perros arregla y si me lo dice ese chico que tanto quiere a los perretes. ¿Para qué vamos a investigar más, verdad?

La lista puede ser interminable:

  • Collares de ahogo, de pinchos, eléctricos
  • Tirones “informativos· de la correa
  • Uso de un bote con monedas o piedras
  • Espray de agua
  • Productos antimordida, amargosos o Vick Vaporub
  • Halties de diferentes marcas o arneses antitirones
  • Calmantes o tranquilizadores sin prescripción veterinaria
  • Reñir, regañar o molestar de mil maneras diferentes
  • Correr con la bici, patín, cinta andadora, deporte y más deporte
  • Salidas extralargas, cansar al perro
  • Bozales
  • Clickers
  • Jaulas
  • Fairy, Mistol o jabón del Largarto para el pelo

Y todo eso sin profundizar en cuando te dicen qué hacer o qué no hacer ante cierto problema de comportamiento que se observa en el perro.

La cantidad de consejos que se pueden leer o escuchar para que un perro no tire de la correa son enormes. Desde el material a utilizar hasta cómo hacerlo, pero en infinidad de ocasiones no se tiene en cuenta por qué tira el perro y ahí es donde el amimefuncionismo, como de costumbre, falla. Quizás lo que a uno le funcionó correctamente para que su perro no tirase no tiene que funcionar para otro porque el problema, en realidad, ni siquiera es parecido, salvo por el síntoma visible de tirar.

El amimefuncionismo es el hecho de aceptar algo como válido, por la simple razón de que un tercero asegure que a él le funcionó, basándose así en una creencia errónea sin justificación alguna. Da igual que tenga una base científica o no, a mí me funciona y ya está.

En las conversaciones de parque me gusta mucho escuchar y presto especial atención cuando alguien le dice a otro cómo ha de hacer con su perro porque a él un adiestrador o etólogo o educador le dijo que lo hiciese así. Esto ocurre constantemente y no se puede obviar, pero no solo ocurre en el mundo del perro, también ocurre con las dietas, en el gimnasio y lo que es peor, con nuestra propia salud, el famoso “tómate esto que a mi me va muy bien”.

¿Cuántas veces habéis escuchado ‘Tómate el zumo rápido, que le escapan las vitaminas’? es una de las frases que, posiblemente, nos han dicho y repetido nuestras madres y abuelas a la hora del desayuno a lo largo de nuestra vida. Pero no, a un zumo de naranja recién exprimido nunca se le van a escapar las vitaminas (en este caso la Vitamina C) por la sencilla razón de que ésta no se queda frotando o pululando sobre ese jugo de fruta sino que está disuelta en el líquido (lo que es conocido como ‘hidrosoluble’) y es imposible que se evapore en cuestión de minutos, tal y como nuestras mayores nos aseguraban, siendo éste uno de los mitos más famosos que existen y que más personas creen a pies juntillas.

 Pues como lo del zumo, casi todo. Obviamente habrá cosas que funcionen mejor o peor, otras que creen problemas mayores que podras observar o no, las que causen graves daños y también habrá cosas que se solucionaran con el tiempo se haga o no se haga nada. En tu mano queda asesorarte por profesionales o investigar las cosas antes de dar crédito a cualquiera que te cuente su «amimefuncionismo».

 Fuentes: wellnex21.com, blogs.20minutos.es

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