Cuando se tratan perros con miedos es probable que, según aumenta su capacidad cognitiva y de observación, se empiecen a abrir nuevas ventanas que provoquen otros miedos que antes no existían y aparezcan otros comportamientos o reacciones no deseadas.
Esto puede ocurrir en semanas o meses, el perrito tímido que se escondía y no hacía ruido porque estaba aterrado, de repente se convierte en un perro gruñón que ladra o que incluso amenaza con morder.
Es una situación pasajera que hay que entender y que jamás hay que reforzar. Son reacciones por el miedo y castigar o reñir en absoluto ayudaría a superar tales miedos, más bien, todo lo contrario.
En ocasiones sabemos de perros adoptados que fueron devueltos por estos motivos y sería más que recomendable explicar a futuros adoptantes que esta posibilidad existe y cómo deberían actuar: hacerles entender que el perro no se ha vuelto un diablo o tiene un raro problema, que es una fase más de su adaptación y que será pasajera, si actúan de la manera apropiada.
Es lamentable que ese cambio de comportamiento tras la adopción sea interpretado por la gran mayoría de personas como DOMINANCIA y AGRESIVIDAD. ¿Y quien quiere un perro dominante-agresivo? Flaco favor al pobre peludo que además de ser etiquetado erroneamente pasará por sucesivos abandonos…