La olla a presión

Los humanos queremos que los comportamientos indeseados en el perro desaparezcan inmediatamente.

El adiestrador ideal sería aquel que llega, le cuentas que el perro ladra a las bicicletas y cuando se va, tu perro ha dejado de ladrar a las bicicletas.

Lo mismo valdría para el perro que rompe, el que muerde al jugar, el que tira de la correa, el miedoso, el agresivo, el que se hace pipí en casa…

¡Y existe! Ese tipo de adiestrador está ahí, se anuncia en revistas, en internet e incluso cuelga vídeos de sus exitosos trabajos de «modificación de conducta» instantánea. Sé, hasta de uno que hace rehabilitaciones en directo.

No pongo en duda que «eliminen» el comportamiento indeseado, para un neófito es asombroso ver como un tipo consigue, por ejemplo, quitarle el miedo a las motos a un perro que no conoce de nada en cuestión de minutos, para mí, lo asombroso es que ese tipo se crea que está modificando una conducta.

El símil lo podríamos encontrar en una olla a presión en la que queremos que deje de salir vapor por la válvula. Podemos apagar el fuego o podemos taponar la válvula. En la primera opción, hay que descubrir cómo apagar el fuego y esperar el tiempo suficiente para que la olla se enfríe, con la segunda opción solo hay que taponar la válvula y automáticamente dejará de salir vapor.

Como ya nos habremos dado cuenta, la segunda opción es peligrosa, hay mucha posibilidad de que la olla estalle, sobre todo si no apagamos el fuego, pero claro, es una olla, no un perro y los perros no estallan ¿o sí?

Cuando se tapona la válvula de una olla a presión, explota



Cuando, por ejemplo, a un perro que le da miedo una moto le obligamos a permanecer ante la moto, le negamos la posibilidad de huida y le negamos la posibilidad de defenderse, no le queda otra opción que aguantar, llega un momento que se rinde, deja de forcejear, se da por vencido y se deja llevar. El miedo sigue, pero ya no puede hacer nada ante él, no le queda otra opción que asumir que tiene que aguantar ahí. Si el «adiestrador» lo ha hecho «bien», habrá llevado al perro a un estado denominado «indefensión aprendida« y saldrá victorioso de ese espectáculo ya que el comportamiento ha cesado pero…

Pueden ocurrir otras cosas:

– Si al perro se le sigue corrigiendo de igual modo para otras cosas y si volviese a mostrar el más mínimo miedo ante un moto se le vuelve a obligar, entonces tendremos un perro que asume su estado de vencido. Tenemos la válvula taponada y no sale vapor, pero ¡ojo! el fuego sigue encendido.

– Que al perro no se le vuelva a corregir con la intensidad necesaria, que salga de ese estado de indefensión y que se muestre mucho peor ante la moto. En este caso, taponamos la válvula, pero el tapón se quitó y ahora sale el vapor con más fuerza.

¿Qué sería lo ideal?

Descubrir la raíz del problema, si fuese miedo a la moto, trabajar por un lado la autoconfianza del perro, hacer de nuestro perro un perro que se sienta más seguro de sí mismo y por el otro, ir trabajando el problema de la moto, intentar que el perro deje de verla como una amenaza, habituarlo a su presencia e intentar revertir ese miedo que tenía hacia la moto en una cosa lo más placentera posible, esto sería el equivalente a apagar el fuego de la olla, pero ¡ojo! hay que esperar a que la olla se enfríe.


1 comentario en “La olla a presión”

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