Una chica corrige a su perro unas 30 veces en los 3 minutos que observo como su perra saluda a otros dos perros: «¡quieta, baja, chsss, no, no, para, ya, ya, no, estate quieta, chsss, chsss, qué te he dicho, no!» todo ello en modo «repeat» mientras da algunos tirones de la correa.
La perra en cuestión es grande, joven, nerviosa, con muchas ganas de jugar.
La chica, con su mejor intención, intenta que la perra tranquilice, que aprenda a saludar con calma, sin subirse a nadie y sin abalanzarse sobre los otros perros.
EL RESULTADO: la chica está aumentando la excitación, ya de por sí elevada de su perra, al intervenir constantemente. Los tirones de la correa empiezan a ser condicionados como un problema al interaccionar con otros perros. Lejos de ayudar a su perra a aprender a relacionarse con calma, a aprender a respetar las señales que le hacen otros perros y tener algo de autocontrol, está consiguiendo ponerla más nerviosa y degenerar la situación a un problema mayor, lo que ya en alguna ocasión hemos comentado de «la pescadilla que se muerde la cola» (dialelo).