Cuando se educa desde una base donde prima el respeto, podemos entender que cuando acogemos o adoptamos, en los primeros momentos, el perro no sabrá que vamos a intentar cambiar su vida a mejor, es más, víctima del miedo podrá pensar que puede ser un cambio a peor para su vida.
El tiempo es fundamental para ganar confianza y perder los miedos, por lo que no debemos intentar hacernos amigos el primer día. Dejémonos por unos días de caricias, besos, abrazos, cogerle por alto… signos de exaltación humanos que en realidad poco tienen que ver con cánidos.
Dejemos esos primeros días al perro a su ritmo, proporcionémosle un entorno lo más seguro posible, que sea él quien se nos acerque, nos dé muestras de cariño y nosotros, limitémonos a no ser ninguna molestia ni ninguna amenaza consciente o inconsciente (gritos, correcciones, efusividad, fotos, caricias…), dejémosle que se adapte a su nuevo entorno y a nosotros. Ya habrá tiempo, más adelante, para ejercicio, paseos más largos, juegos, caricias y normas.