En ocasiones, es más fácil y conveniente observar al propietario que lleva a su perro atado y con el que nos vamos a cruzar y fijarnos cómo manipula la correa, si va dando tirones, si corrige al perro o le dice como tiene que hacer, si intenta dirigir el saludo de su perro, si tensa la correa, si desplaza al perro, si le lleva con un collar o arnés que le cause daño…
Esa información nos puede servir de mucha ayuda para saber si debemos pararnos o si deberíamos pasar de largo haciendo una amplia curva o si, ya parados, debiéramos sacar a nuestro perro de ahí cuanto antes.
Un perro atado al que se le estresa o se le causa dolor delante de otros perros, a parte de su estado emocional, puede haber condicionado que la presencia de otro perro no es algo grato y se corre un riesgo de generar un desafortunado conflicto innecesario con los perros.