Toques, tirones, collares reductores (de ahogo), collares de adiestramiento «profesional» (de pinchos), collares de impulso (eléctricos), rincones de castigo, bozales a modo castigo, jaulas de confinamiento, cintas de correr, atarlo a la bici, collares antiladridos, gritos, intimidación… he enumerado solo algunas de las recetas típicas, ante problemas de conducta en perros, que se pueden escuchar.
Casi que ninguna de estas medidas las aceptaríamos para educar a un hijo, quizás sea porque en la educación infantil hemos avanzado un poquito pero en la canina seguimos anclados en el pasado. Eso, o seguimos creyendo que los perros ni sienten ni padecen… la ley los contempla como meros objetos.
Ese tipo de recetas, que pueden llegar desde los sitios más variopintos: desde veterinarios, adiestradores, pasando por personal de protectoras, televisión, internet, el que tiene perro de toda la vida o incluso de la familia más cercana, no suelen ser lo más acertadas y experimentar con ellas solo pueden hacer crecer el problema.
Entender que un perro siente y sufre, que tiene miedo a cosas, que no siempre le gustan las mismas cosas que a ti, es una parte importante para evitar o solucionar algunos problemas. Esto puede ser un primer paso para empezar a distinguir qué información puede ser correcta y cual no.