Esa imagen idílica que tenemos de un niño pequeño paseando un cachorrito normalmente es solo eso, una imagen. La realidad que vemos suele ser bastante diferente: un niño que tira con todas sus fuerzas de la correa porque no sabe controlar a un cachorro lleno de energía en sus primeras salidas a la calle.
Para el niño puede quedar grabado que con el perro todo vale y en el perro, que la correa significa tirones, que el niño no se porta bien con él y que pasear no es divertido. Ni que decir si aparecen otros perritos y el niño asustado aparta bruscamente al cachorro que comienza a socializarse.
Con los cachorros y niños hay que tener mucho cuidado, son «esponjas» para aprender lo bueno y lo malo y desde un principio hemos de enseñarle a respetar siendo respetados.
La correa y las salidas deben relacionarse con algo bueno y hemos de proporcionar mucha tranquilidad y seguridad.
Si construimos unos fuertes cimientos, podremos edificar encima una buena relación.