Decidieron «comprobar la compatibilidad» perro-gato y para ello, la casa de acogida fue con el perro a casa de unos amigos con gato. Era cerca, fueron caminando, subieron todos a casa, metieron al gato en la habitación y el perro no le hizo caso al gato. Decidieron valorarlo como «FULLY COMPATIBLE», no presenta problemas con gatos.
Una semana más tarde, enviaron al perro con su nueva familia adoptante, al poco de llegar, le presentaron al gato familiar y a las pocas horas el perro intentó morder al gato y éste se defendió arañándole un ojo al perro.
¿Qué pudo pasar?
*Algunas de nuestras respuestas:
Creemos que la mejor prueba es darles el tiempo necesario para que se conozca con su familia definitiva, sin peligro, sin miedos, poco a poco (barreras físicas por medio) y no desaprovechar jamás la primera impresión que puedan tener uno del otro. Puede llevar días, meses pero no deberíamos forzar las situaciones, ya que esto no es Gran Hermano.
Un perro que se ha criado con gatos no tiene problemas con los gatos con los que se ha criado, con otros gatos los podría tener o no (dependerá también de los gatos, no solo del perro).
Cuando se introduce un perro en una nueva casa, la situación para él es nueva así como para el resto de animales que viven allí (hay un estrés alto). Permitir que se adapte al nuevo hogar y que sepa de la existencia de otros miembros (gatos) con tranquilidad, sin sobresaltos le ayudará mucho a esa adaptación. En cuanto el perro se muestre tranquilo y adaptado, así como los gatos, se pueden establecer los primeros contactos visuales (puerta de cristal, puerta con rejas, habitación con muchas escapatorias en altura donde el gato se sienta seguro), echarle p.e. algunos premios al perro para que asocie la proximidad del gato con algo bueno… y valorar. Jamás forzar el acercamiento, dejarlos a ellos.
Esto evitará problemas de adaptabilidad, dará muchas oportunidades de convivencia en lugar de hacer un «chequeo» rápido y etiquetar como (no compatible o compatible).
Si se hace bien, la convivencia será buena, si desde el primer momento forzamos, se provoca una persecución, hay daños, tirones, correcciones, etc, es posible que haya «roces» durante toda la vida que podríamos haber evitado con un poco de paciencia.
Es más complicado ser amigo del que una vez intentó o creíste que quería matarte, que de alguien con quien no has tenido problemas.