¿Qué ocurre cuando se junta un perro con algún problema de convivencia con un humano que o bien no tiene el tiempo necesario, la paciencia, el estado emocional, el estado físico que se necesita o todo a la vez?
Sí, esas cosas ocurren y si tu solución pasa por “no tengas perro” o “sacrifica lo que haga falta” o “a mí me pasó y busqué soluciones” sinceramente muy bien por ti y desde aquí te envío una medallita para que la luzcas.
Vamos a hablar de realidades, de un perro que tras un tiempo en casa no evoluciona como debería y aparecen problemas del tipo “ladridos, destrozos, cierta agresividad, miedos, etc” y en la que la persona o personas a cargo no pueden dedicar el tiempo necesario que los tratamientos requerirían, ya sea porque está trabajando en galeras, están lesionados, sufren algún tipo de depresión o económicamente están recibiendo ayudas de esas que ya le han dicho que se deshaga de los perros.
Como he leído muchas cosas sobre perros me he encontrado con todo tipo de soluciones, desde la de “búscate un profesional que te ayude”, “haz todo un listado de tratamientos holísticos”, “si no lo solucionas es porque no quieres” hasta “la culpa de que el perro esté así es tuya”.
Seguramente la mayoría de esas soluciones ya se habían contemplado, pero por diversos motivos no se han podido llevar a cabo, cada situación es única y quién mejor la conoce es quién la tiene encima, desde la grada es muy fácil señalar, culpar o decir sandeces, pero en infinidad de ocasiones es básicamente imposible llevar a cabo el tratamiento o tratamientos que se proponen.
Es entonces cuando también aparecen las soluciones “milagro”, esas soluciones rápidas, efectivas, relativamente económicas que te van a “arreglar” al perro en cuestión de días. Collar eléctrico (de impulsos, vibración, citronela), lanzar una lata con monedas, gritarle, darle un tirón del collar, chistarle, etc, todo ello “vendido” desde un punto en que no afecta al animal, que no es tan malo como cuentan, que no pasa nada y que mejor eso que estar mal todos los días.
¿Y que hace el propietario que ya está hasta el gorro? No os voy a hacer spoiler, no creo que sea necesario, seguro que sabéis como termina esta película, serie o culebrón.
Como educadores caninos jode y mucho que esto ocurra. Podemos informar, dar consejos BÁSICOS y si se nos contrata, podremos estudiar el caso detenidamente y aportar soluciones específicas, pero poco más. No podemos evitar que los propietarios se hagan caso de foros o de cuñados de parque de perros y como educadores también debemos tener la suficiente empatía para entender que esto ocurra y el porqué.
Un error muy frecuente es intentar ayudar de “gratis”, hacer el favor y es cuando además de ser tomado por el pito del sereno, el educador canino se frustrará observando como no le hacen ni puñetero caso y que finalmente optan por la solución cuñada que quería evitar desde un principio. Habrá perdido tiempo, habrá incluso quedado mal (como educador) y encima tendrá una frustración del 15 en la escala Richter. La frase “no me funcionó nada de lo que me dijo el educador”, “esas cosas con mi perro no servían”, “he probado de todo”… como educadores caninos las conocemos de sobra, y se suelen escuchar mucho a los 15 días o al mes de iniciar un tratamiento que ya avisamos desde el primer día que sería largo y tendría muchos altibajos.
Solo cuento mi opinión, no estoy diciendo en ningún momento lo que se debe hacer o no, pienso que cuando esto ocurre estamos ante una situación muy complicada de afrontar desde la educación canina.